sábado, 30 de enero de 2016

LOS NIÑOS

En estos tiempos de “solicitudes de amistad” no puedo más que acordarme de los más pequeños, los esclavos del miedo de los padres. Una consola de videojuegos o una computadora es la medianera entre lo atroz que (algunas veces) puede ser el internet y el pavor del aislamiento. Es una finísima escapatoria que nos corta los pies y nos acerca las derrotas. Nadie ama, corre o abraza desde atrás de un monitor, es necesario salir a meternos todo el cielo en los ojos y que el mundo nos acaricie y nos golpee, porque son esos “horrendamente hermosos” golpes que nos encienden y nos arrancan de nuestra habitual “sección de asegurados”.
En estos tiempos en que nadie se lastima las rodillas jugando en la calle ni nos emboscan la tranquilidad cuando descubren nuestra guarida al jugar a las escondidas, donde muchos padres, en ocasiones, están demasiado cansados de tanto elaborar falsas libertades y llenando la casa de cosas, sustituyendo a las personas, a los amigos del barrio o de la escuela con artefactos que consumen una buena parte de sus sueldos para así crear una generación de fragilidades hechas niñas y niños (las damas primero, señor) que creen que son más libres y más inteligentes sólo porque pueden arrancarle información a una PC pero carecen de la facultad de extirpar un rubor a la cara de otra niña o de otro niño confesando que le gusta.
Son estos tiempos en que la inocencia ya no está al alcance de un “¿señora, puede salir a jugar Juan?”, en que los clubes de barrio se perdieron en algún vericueto de los agigantados pasos del planeta cibernauta en el que crecen los niños encerrados por el temor de los padres a la violencia exterior, pero claro, algo se nos pasa por alto a los mas grandes: es más fácil lastimar o labrar un plan perverso desde el otro lado del monitor porque hay más tiempo para pensar. Entonces ¿cuál lugar es más fiable para que el niño crezca? ¿Bajo el cielo de los hombres o bajo el cielo cibernético?
En estos tiempos en el que los caracteres sustituyeron a los grafemas más hermosos que tenemos: la letra de la infancia, el corazón con destellos que nuestro propio corazón dibujaba en una hoja que se humedecía con la transpiración de las manos.
En estos tiempos de reemplazos perversos en los que la niñez tiene una prematura fecha de caducidad, son muchos los padres que, entre vítores y aplausos, rezan: “los niños de ahora son más inteligentes, manejan el celular a su antojo, hablan y piensan como adultos”. Déjeme frustrarle su orgullo señora mamá, señor papá: no son más inteligentes, sólo son festejados por las cosas que antes nos castigaban como una manera de calmar la culpa de los padres que se ausentan debido a sus obligaciones. 
Hoy en día se halaga la falta de respeto con la excusa del carácter fuerte, el carácter fuerte con la violencia y la violencia con la hombría y son cada día más las mujeres que reciben maltrato de sus parejas y hasta de sus propios hijos. 
Ahora algunos niños creen ser vivaces por nuestra culpa, puesto que no supimos pregonar.
Para que el mundo sea un lugar un poco más afable se necesita gente inteligente, los “vivos” hacen del mundo un chiste penoso y falso, tan falso como un emoticón que reemplaza al abrazo, la caricia o la sonrisa. 

martes, 19 de enero de 2016

POR QUÉ LA INDIDELIDAD NO DEBERIA TOMARSE COMO ALGO TAN DRAMÁTICO (Articulo de mi autoria publicado en UPSOCL)

La mayoría de las veces pude ser partícipe de charlas en las que el tema de la infidelidad ha sido moneda corriente. Es una cuestión muy álgida y tan áspera para algunos como las sábanas de un albergue transitorio escondido en un rincón de la ciudad.
Lo que quiero impartir en esta parafernalia de ideas y experiencias oídas (y hasta presenciadas) es que NO DEBERÍA TOMARSE COMO ALGO TAN DRAMÁTICO. Sí, lo dije, no vuelvan la lectura porque es exactamente lo que acaban de leer, a veces pienso que la gente tiene más temor a la infidelidad que a la muerte misma. Quizás porque dentro del engañado son demasiadas las bombas que explotan y demasiado espeso el humo como para ver más allá de la situación y, como todo corazón sometido a un humo espeso (si me permiten la metáfora) lo único que nos queda es dejar caer las lágrimas ocasionadas por esa bocanada con gusto a decepción y a autoestima despedazada que se nos impregna hasta en la ropa.
Pero cuando el tiempo pasa y la niebla se disipa (con manotazos propios o con la ayuda de alguna persona que se nos aparece) podemos enfriar la cabeza y respirar aire puro, después de todo son estos sucesos los que nos alejan de la gente que hace daño. Lo cierto es que, cuando UNO COMPRENDE EL VALOR QUE TIENE puede sentirse en paz y pensar: “Esa persona se lo ha perdido, porque mi amor siempre fue leal y sincero”. No HAY DEMASIADO TIEMPO PARA PONERSE A PENSAR “EN QUÉ FALLAMOS” porque si bien es real que las infidelidades son producto de una falla en ambos lados, también es igual de real que hay gente que no puede evitarlo y es infiel naturalmente o, mejor dicho por traumas o experiencias pasadas, puesto que nadie nace PARA SER INFIEL.
Ahora bien, si existe la persona correcta para cada uno de nosotros (y créanme que existe) es quien nos ayudará a acomodar todo lo que se ha desacomodado en nuestro interior con las explosiones que antes nombré y ayudará, a la vez, a sacar los escombros que nos quedaron, PUESTO QUE SI HAY ESCOMBROS Y ABANDONO POSIBLEMENTE TAMBIÉN HAYA FANTASMAS, y nadie más que nosotros merece toparse de frente con fantasmas que no le corresponden, por eso tomemos el tiempo necesario para exorcizar todo aquellos que nos lastimó, antes de pensar en una relación nueva.
Para concluir este pensamiento haré una última manifestación: dicen que del engaño y la muerte nadie se salva; pues bien, la muerte es irremediable e infalible pero lo que sí es seguro es que LOS INFIELES NOS SALVAN A TODOS, nos salvan de ellos y todo su envoltorio de mentiras, lo que hay que tener en cuenta es que quienes llegan LUEGO DE UNA INFIDELIDAD, LO HACEN PARA SALVARNOS DE NOSOTROS MISMOS, para prestarnos sus manos, disipar el humo y mover de una vez por todas los escombros que nos pesan en el alma, generalmente al moverlos quedan unas raspaduras como de cicatrices pero CRÉANME, contribuyen mucho más a la felicidad las personas que suceden a las personas infieles, a eso no hay libro de autoayuda que lo explique, hay que sentirlo. Así que a todos los que alguna vez lastimaron con una traición les digo GRACIAS por todas las mejores personas que somos luego de haber sido heridos.
Agregar leyenda

jueves, 14 de enero de 2016

Fragmento del poema "Sálvese"


Fragmento del poema "Al “ahora bien” se lo afané a Neruda"


Desgraciadamente para algunos engranajes del amor no hay repuestos


 Cotidianamente se puede ser testigo de actos llevados por personas que hacen esfuerzos vanos por arreglar lo que las fábricas sentimentales ya no producen. Algunos acuden al ya obsoleto recurso de las promesas infames, otros se van a vivir juntos, otros tienen hijos, pensando estúpidamente que salvarán una división mediante una multiplicación y así, vilmente, convierten a un niño en el nudo que debe atar dos corazones destinados a separarse.
La cuestión y el motivo de esta “pseudo ponencia” es para debatir sobre un tema que a casi todos nos incluye, el hecho de forzar una realidad por mantener una relación que ya dejó de funcionar hace tiempo y que los actores principales de la misma insisten en sostener.
 Es muy sano para el alma asimilar que el amor también puede terminar, de uno o ambos lados del noviazgo, matrimonio o concubinato, que tratar de enmendar algo quebrado es inútil porque uno debe cambiar demasiado para que esto puede ocurrir milagrosamente, y si uno cambia demasiado está condenado a no ser feliz, o a arrastrar una prosperidad artificial durante un tramo que tiene las horas contadas.
“Cambiar demasiado para que me ames” tiene un costo, una frontera cercana, más dolorosa que el adiós.
No podemos vivir pendientes de mantener enhiesto algo que se desmorona por dentro, así como tampoco debemos incluir a otro ser humano para que nos ayude a confeccionar un espejismo parecido a un milagro, ahí es cuando sale la errónea idea de “tengamos un hijo, eso nos va a volver a unir” GRAVE ERROR. Un hijo debe ser el fruto del afecto de dos personas que tienen tanto amor en su vida diaria que quieren compartirlo con alguien, y qué mejor que un niño que lleve su sangre y un trozo de alama de cada padre para compartir ese amor. Pero no podemos utilizarlo para salvar una pareja, eso es cruel y egoísta dado que, a fin de cuentas, el niño sufrirá aún más debido. Pocos se dan cuenta, que el hijo concebido sufre por ambas partes, mientras que los padres sufren cada uno por su lado.

Es necesario tener en cuenta que las relaciones no se salvan a costa de grandes cosas, de proezas dignas de libros de historia, nada de eso, al amor se lo salva cada día con detalles, con dosis de ternura y complicidad, por más trillado y sembrado que suene es así, nadie tiene la seguridad de ser feliz con otro alguien, eso es lo más bonito de amar, donde se cruza también el miedo de perder a nuestra pareja por descuidados.

Para cerrar la idea les puedo decir que ni una casa ni un hijo salvan una relación, con el tiempo la casa se vuelve gris y también se vuelve gris el alma de un niño que ve que sus padres se tratan mal. Por eso si en este momento estás en una relación que no va a ningún puerto deberías sentarte a meditarlo, aunque ya lo habrás notado pero todavía no querés aceptarlo, podés mentirle a cualquier persona pero a vos mismo JAMÁS.