Cotidianamente se puede ser testigo de actos
llevados por personas que hacen esfuerzos vanos por arreglar lo que las
fábricas sentimentales ya no producen. Algunos acuden al ya obsoleto recurso de
las promesas infames, otros se van a vivir juntos, otros tienen hijos, pensando
estúpidamente que salvarán una división mediante una multiplicación y así,
vilmente, convierten a un niño en el nudo que debe atar dos corazones
destinados a separarse.
La cuestión y el motivo
de esta “pseudo ponencia” es para debatir sobre un tema que a casi todos nos
incluye, el hecho de forzar una realidad por mantener una relación que ya dejó
de funcionar hace tiempo y que los actores principales de la misma insisten en
sostener.
Es muy sano para el alma asimilar que el amor
también puede terminar, de uno o ambos lados del noviazgo, matrimonio o
concubinato, que tratar de enmendar algo quebrado es inútil porque uno debe
cambiar demasiado para que esto puede ocurrir milagrosamente, y si uno cambia
demasiado está condenado a no ser feliz, o a arrastrar una prosperidad
artificial durante un tramo que tiene las horas contadas.
“Cambiar demasiado para
que me ames” tiene un costo, una frontera cercana, más dolorosa que el adiós.
No podemos vivir
pendientes de mantener enhiesto algo que se desmorona por dentro, así como
tampoco debemos incluir a otro ser humano para que nos ayude a confeccionar un
espejismo parecido a un milagro, ahí es cuando sale la errónea idea de
“tengamos un hijo, eso nos va a volver a unir” GRAVE ERROR. Un hijo debe ser el
fruto del afecto de dos personas que tienen tanto amor en su vida diaria que
quieren compartirlo con alguien, y qué mejor que un niño que lleve su sangre y
un trozo de alama de cada padre para compartir ese amor. Pero no podemos
utilizarlo para salvar una pareja, eso es cruel y egoísta dado que, a fin de
cuentas, el niño sufrirá aún más debido. Pocos se dan cuenta, que el hijo
concebido sufre por ambas partes, mientras que los padres sufren cada uno por
su lado.
Es necesario tener en
cuenta que las relaciones no se salvan a costa de grandes cosas, de proezas
dignas de libros de historia, nada de eso, al amor se lo salva cada día con
detalles, con dosis de ternura y complicidad, por más trillado y sembrado que
suene es así, nadie tiene la seguridad de ser feliz con otro alguien, eso es lo
más bonito de amar, donde se cruza también el miedo de perder a nuestra pareja
por descuidados.
Para cerrar la idea les
puedo decir que ni una casa ni un hijo salvan una relación, con el tiempo la
casa se vuelve gris y también se vuelve gris el alma de un niño que ve que sus
padres se tratan mal. Por eso si en este momento estás en una relación que no
va a ningún puerto deberías sentarte a meditarlo, aunque ya lo habrás notado
pero todavía no querés aceptarlo, podés mentirle a cualquier persona pero a vos
mismo JAMÁS.
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